Por Fiora Cruz Carretero
Encargada de la Cinemateca Dominicana
Dirección General de Cine
Muchos sólo conocen las cinematecas como salas de cine, pero ésta es sólo una de sus actividades. La proyección de un film para este tipo de organismos, es la culminación de todo un camino que empieza con una búsqueda.
En los archivos fílmicos, para contarles una historia fantástica propia del séptimo arte, viven cazadores de tesoros que rastrean joyas valiosas, las rescatan, las reconstruyen en un proceso largo, muy delicado, especializado y costoso, con el cual estos cazadores se convierten en héroes que luego tienen la misión de proteger estos tesoros de los humanos, la naturaleza y el tiempo, como si fuera poco. Como una película de esas que tanto cuidan, las cinematecas están habitadas por aventureros, héroes y hasta fantasmas contenidos en todos esos filmes antiguos que allí se conservan.
Una cinemateca, por definición es un lugar donde se guardan ordenados para su conservación, exhibición y estudio, filmes o películas que ya no se proyectan comercialmente. Pero, ¿Para qué existen? ¿Por qué los gobiernos cuentan con estos espacios? ¿Por qué son importantes?
Las imágenes en movimiento son un medio a través del cual el ser humano puede plasmar y difundir de una manera muy efectiva sus ideas. Son una expresión de la personalidad de los pueblos y por su valor educativo, histórico, científico o artístico forman parte del patrimonio cultural de una sociedad, ya que hacen una contribución importante a su educación y desarrollo.
Para poder entender por qué conservar nuestras imágenes en movimiento es importante, primero tenemos que tener conciencia de que cuidar nuestro patrimonio -de cualquier tipo- es importante, porque a través de él conocemos la historia, que, como dice Khalil Gibran, “no se repite si no es en la mente de quien no la conoce”.
Las imágenes en movimiento son una forma de registrar acontecimientos, a menudo únicos. Nos muestran y le mostrarán a las generaciones venideras el proceso evolutivo de la humanidad, el camino que hemos recorrido.
Hasta que logremos viajar en el tiempo o crear tecnologías que nos tele transporten o nos coloquen en un espacio completamente tridimensional, las imágenes en movimiento son la mejor manera de viajar al pasado. Yéndonos más lejos, son la mejor manera de viajar al futuro. Ellas permitirán a las generaciones que siguen saber qué movió a los hombres y mujeres al lugar donde se encuentren, qué hechos o vivencias provocaron en su momento la necesidad de ser registrados, debatidos, criticados o laureados y entendiendo esto podrán entenderse a sí mismos.
Una persona que visite una filmoteca, y acceda a sus registros en el futuro, podrá conocer cómo era el planeta, sus espacios, los seres vivos, las sociedades, la ropa, el lenguaje, las costumbres, la cultura, la conducta humana y cómo fue cambiando o no con el paso del tiempo.
Reconocemos que los soportes donde se registra esta valiosísima información, debido a su naturaleza, son muy vulnerables. El tiempo de vida de una película conservada bajo las condiciones adecuadas de temperatura y humedad, es de sólo cien años. La tecnología va creciendo vertiginosamente. Es inminente el traspaso a otros medios más innovadores. Ya la película 35 milímetros está por desaparecer, siendo sustituida por medios de registro digitales como el Digital Cinema Package (DCP). Para archivarlas y reproducirlas ya existe el streaming, o la famosa nube. Con lo rápido que se desarrollan las nuevas tecnologías, quién sabe cómo será todo esto de aquí a cinco años.
Lo que muchos no toman en cuenta es que, del tiempo de vida de estos nuevos formatos de registro no se tiene mucho control aún y que precisamente por lo rápido que se desarrollan las nuevas tecnologías, los dispositivos de conservación y reproducción van quedado obsoletos en un abrir y cerrar de ojos. Una situación que están enfrentando los especialistas en conservación digital es que guardan un archivo en un dispositivo, por ejemplo, un disco duro externo, al que luego de dos años ya no pueden acceder, dado que su nueva computadora no lo reconoce por arcaico.
La misión de las cinematecas y archivos fílmicos entonces será fundamental: deben tomarse las medidas necesarias para que las imágenes en movimiento sean salvaguardadas en sus registros originales y al mismo tiempo traspasadas a los nuevos formatos garantizando su máxima protección para que ese material pueda ser reproducido y conocido.
Nuestra Cinemateca Dominicana, pretende cumplir con todas esas misiones a cabalidad. Por eso ahora estamos en un proceso de transformación física que irá desde acondicionar la sala para que los visitantes pueda conocer ese patrimonio que les pertenece de la mejor manera. Además, preparar nuestra bóveda para que cumpla con los estándares de calidad internacionales que nos permita cuidar apropiadamente el patrimonio audiovisual de los dominicanos y que nuestros cineastas tengan un lugar donde depositar sus creaciones con la certeza de que serán apropiadamente protegidas y difundidas en nuestro país y el mundo, como lo establece la Ley 108-10 para el Fomento de la Actividad Cinematográfica en la República Dominicana.
Porque el cine, que tantas personas en el planeta disfrutamos, que no en vano fue nombrado el Séptimo Arte y que, de manera directa o indirecta, contiene a todos las demás artes, al final es un medio, un maravilloso medio, para educar, transformar, cambiar, recordar, establecer vínculos y contribuir con el desarrollo humano. Es ahí donde radica el valor real de una obra cinematográfica y por eso es importante que existan espacios que las protejan y las difundan como las cinematecas.
Este artículo fue publicado en la Revista Cineasta (Año 3 Vol. 28, septiembre de 2013. Santo Domingo, R.D.)