SANTO DOMINGO (R. Domingo).- La brisa nocturna mecía las ramas de los árboles y se llevaba con ella el aroma a cocalecas mientras nosotros disfrutábamos de un firmamento lleno de estrellas y los emblemáticos lamentos de un Stanley arrepentido: “¡Stella! ¡Stella!”.
La luna comenzaba a asomarse. En medio de los jardines de la Cinemateca Nacional, en la Plaza de la Cultura, sentados en nuestras sillas, esperábamos por el inicio de la proyección de “A streetcar named desire” (“Un tranvía llamado deseo”, 1951), clásico del séptimo arte protagonizado por Vivien Leigh y Marlon Brando, con el que se estrenó “Cine bajo la luna”, una iniciativa de la Embajada de los Estados Unidos, DGCine y la Cinemateca Nacional.
Aunque la proyección estaba pautada para las siete de la noche, el público comenzó a congregarse desde mucho antes, ocupando calmadamente las sillas, dispuestas en ordenadas hileras frente a una gran pantalla inflable colocada en medio del jardín.
En el espacio entre los asientos y la pantalla, sobre la grama, algunas personas colocaron manteles para disfrutar de un picnic improvisado. Llegaron provistos de sus propias bebidas y picaderas que no fueron deseadas por el resto. A un lado de la pantalla se colocó una mesa repleta de refrescos y una máquina de hacer cocaleca para disfrute de todos. Los organizadores también tuvieron el detalle de incluir desinfectantes para las manos y repelentes que alejaran a los mosquitos.
El ambiente relajado y de camaradería no anuló la expectación del público, obligado a esperar que las últimas luces del atardecer dieran paso a la noche y la oscuridad permitiera una mayor nitidez de las imágenes proyectadas en la pantalla.
Llegado el momento, las estrellas del Hollywood de antaño dieron vida a este clásico drama sobre la pantalla, dejando claro por qué este filme es considerado uno de los mejores de la historia del cine. La energía y emoción con la que un joven Brando encarna a su personaje estremecieron a los espectadores.
Durante la proyección, fuera de algunos comentarios o conversaciones impertinentes, lo único escuchado eran los diálogos icónicos entre los actores y las reacciones del público ante ellos. Sin decir una solo palabra las personas presentes entraron en un pacto de no estropearle la experiencia a los demás, hecho que le dio más fuerza a esa legendaria frase de Blanche, el personaje de Leigh: “Sea usted quien sea, siempre he creído en la bondad de los desconocidos”.
La noche terminó en una nota alta para todos, pero este es solo el principio. La embajada de los Estados Unidos cuenta con una colección de alrededor 250 películas, en su mayoría clásicas, y ya se planea celebrar cada mes una noche de cine en la que las estrellas de Hollywood saldrán a competir con la luna y el resto del firmamento
Fuente: 7dias.com.do