ANTECEDENTES!
Intentando simplificar una concepción algo más compleja, luego de visitar esta antigua y sublimada aldea de pescadores desde el año 1977, podría decir que existen cuatro Cannes.
Esta comunidad de los alpes marítimos franceses, donde el macizo de l’Esterel se da un chapuzón violento en el Mediterráneo, alberga 73 mil habitantes residentes en menos de 20 kilómetros de extensión y es un minúsculo territorio con ciertos destellos dignos de mencionar.
Cannes es una franja accidentada entre mar y montaña, identificada en los anales de la historia gracias a aquel prisionero de Estado del 1687, conocido como el “hombre de la máscara de hierro” –rumoreada su identidad como la de Louis de Bourbon (1667-1683)–, reducido a un escarmiento monárquico en la mayor de las cuatro islas de Lerins, Sainte- Marguerite, por mandato de Louis XIV. Asimismo, en la modernidad, se reconoce su territorio por ser el centro de fabricación de satélites artificiales para la industria aeroespacial de la Unión Europea. Pero más aún, por ser también el singular punto de encuentro, por dos semanas al año, de la industria cinematográfica mundial desde el 1946, con su mezcla de talentos y artífices, manos maestras de la estética, la interpretación, la técnica y las negociaciones.
Vale la pena reseñar, que un año después, en el 1947, la Academia de Artes y Ciencias de México creó el Premio Ariel como incentivo a las artes cinematográficas.
Así pues, se pueden determinar y colocar en su justo lugar, los cuatro Cannes: el primero, el autóctono, el generoso, el de los hombres y mujeres constantes y valientes que hacen su vida acá como legítimos dueños de su territorio y son capaces de bloquear el aeropuerto de Niza para exigir sus derechos como trabajadores. Esa comunidad donde existe de todo, hasta los “sin techo”, fruto de la profunda crisis económica que azota el sobrepoblado continente europeo, seres humanos menospreciados que duermen cual comunidad cerrada en zaguanes, en una intemperie helada que la sociedad no es capaz aún de solucionar de manera permanente. Ese Cannes, a partir del final de mes de mayo, volverá a su esencia, a su cotidianidad, sin hordas de turistas, paparazzis y estrellas fulgurantes, a una habitualidad que a veces causa nostalgia y otras veces remembranzas de encuentros fortuitos con lo más granado de una estirpe de creadores y ejecutantes.
El segundo Cannes, es el de las grandes fortunas que buscan desde el norte de Europa la relativa calidez de una costa mansa que les ilusiona con un sol que da vida a los olivos y las vides. Esas grandes fortunas inglesas, luego alemanas, más tarde rusas y ahora asiáticas, buscan en la costa azulada de la añeja Galia Narbonense, en un armazón bien montado, ese encanto que provee la imagen en movimiento que parece perpetuar a los seres de una manera imperecedera y provee cierto estatus que valida sus posesiones materiales al codearse con la flor y nata de un teatro de variedades que exalta el entretenimiento en sesiones de 120 minutos o menos.
El tercer Cannes, es el de los estereotipos, las facciones apolíneas, las figuras esculturales, las curvas sinuosas, los labios inflamados, los senos henchidos y los textiles de moda, de la mano con sus hechores, que son directores de avanzada, agentes atrevidos y productores audaces, capaces de acometer todo riesgo financiero.
El cuarto Cannes, es probablemente el menos comprensible, y a la vez el más relevante, pues detrás de bambalinas, es donde se cristalizan los sueños y se concretan los acuerdos que hacen posible lo anterior. Y ese es el Cannes al que queremos en este momento referirnos.
LA REALIDAD LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA EN EL MERCADO DE CANNES.
De acuerdo a las estadísticas de mercado, Cannes, hasta ahora, ha servido como plataforma efectiva a 8 países latinoamericanos, siendo México (248 millones de espectadores y 127 filmes producidos en 2013) y Brasil (149.5 millones de espectadores y 126 filmes producidos en el mismo período) los dos países que más cerca rondan los diez mercados mundiales en términos de asistencia de público. A excepción de Argentina (46.1 millones de espectadores y 166 filmes producidos), los demás territorios de nuestra región no son tan significativos, en comparación a los grandes generadores de público cinematográfico.
Es interesante observar que en el caso argentino, a pesar de superar las cifras de filmes generados por México y Brasil, no lleva tanto público como esos dos países.
Guardando las distancias en términos demográficos con esos tres países, ha sido más que obvio el interés generado por las propuestas de habla castellana del resto de los territorios de la región. Ese interés proviene, en mayor proporción, de distribuidores europeos y asiáticos.
LE MARCHÉ DU FILM DE CANNES Y LA RD
El Mercado de Filmes de Cannes, aunque es parte integral de un marco de interacción industrial, está claramente diferenciado del glamoroso festival por una linea visible. En el Mercado de Productores es donde se parte el bacalao y donde se trabaja 10 horas diarias, todo lo demás es una ilusión, de una efimeridad tal, que solo dura unos trece meses de vida por filme, o producto mercadeable. Pues que no quepa dudas, la industria del cine es un negocio de grandes capitales y alto riesgo que juega con un poder abstracto y muy elusivo, el del espectador, a pesar de la intención artística, la sofisticación de las propuestas o las puestas en escena más impactantes. Se juega con un gusto social y generacional al que hay que seguirle el rastro constantemente para no perder audiencia. Se juega con estrategias y mercados, regionales y continentales, a veces tan enmarañados, que cuesta discernir entre una buena propuesta y una que no lo es. Sobre ello, hay un millón de historias y productores que han perdido varias veces la camisa en negociaciones del mercado cinematográfico.
Sin embargo, hay una diferencia importante a lo antes mencionado. Cuando existen leyes innovadoras y proteccionistas de la cultura, como la Ley 108-10 de la República Dominicana (replicada ya en Latinoamérica y Centroamérica), ese riesgo se minimiza, y a la vez dinamiza un sector que se inserta con gran fuerza en la economía. Cada film dominicano es una pequeña empresa con una vida promedio de nueve meses, con un capital de 25-60 millones de pesos que emplea a unos 60-110 empleados por película, unos 150 beneficiarios indirectos, 5-10 empresas de servicios, y lleva entretenimiento a un
promedio de 150 mil espectadores locales, sin contar con la audiencia que trasciende las fronteras de la isla. Basta entonces con aplicar el factor multiplicador de cantidad de producciones realizadas por año, para obtener una percepción de lo que significa la industria cinematográfica.
En un mercado internacional de productores como el de Cannes, y similares, hay tres vertientes claramente diferenciadas: la primera, es la de propuestas realizadas listas para ser distribuidas fuera de sus lugares de origen; la segunda es la de propuestas por realizar que requieren capital, total o parcial, para llevarse a cabo; y la tercera, es la de promoción de destinos cinematográficos con el propósito de captar capital fresco a una economía, como la nuestra, que sirve como anfitriona a los proyectos foráneos.
La República Dominicana cumple claramente con los tres cometidos, a través de su Dirección General de Cine. De la mano con empresarios nacionales presentes en Cannes 2014, se han concretado acuerdos fehacientes de producciones internacionales que redundarán en trabajo para nuestros técnicos, empresas de servicios y talentos. Las cifras estadísticas de la industria, serán reveladas en el momento en que los proyectos sean oficialmente concluidos, en una Memoria Anual de gestión tal como se estila en los demás países de la región.
En Cannes 2014, un portafolio de cuatro películas dominicanas concluidas, en busca de distribución mundial, se negocian en las mesas de trabajo del buró oficial.
Un total de quince proyectos en preparación, a ser producidos en el período 2015-2020, en consonancia con el horizonte de la Ley de Cine, han sido presentados en 42 sesiones de trabajo con compradores y distribuidores, en condición de preventa de derechos, buscando de antemano una representación global que permita a su vez motivar inversiones puntuales para su ensamblaje, rodaje y postproducción.
Los productores dominicanos, por lo regular, no son personas con abundancia de recursos, más bien quieren colocar proyectos que han costado, o costarán, mucho esfuerzo personal y colaborativo. Sin embargo, consta que cada uno de los productores dominicanos presentes en Cannes 2014 han costeado de sus bolsillos sus registros en el Mercado de Productores de Cannes, asistidos en cierta medida por los estamentos culturales del país, con el compromiso de hacer su mejor esfuerzo de colocación y atracción de capitales.
El nuevo grupo administrativo de trabajo de la DGCINE, bajo la estrecha tutela de su Directora General, Yvette Marichal, sin dudas refleja gran eficiencia, comedimiento en todas sus actuaciones públicas y un marcado código de ética, digno de ser tomado en cuenta al momento de evaluar los resultados de su gestión.
Es importante entender, que la nueva gestión estatal dominicana que toca a la Dirección General de Cine de la RD, dentro de la perspectiva de negocio cultural, debe estar presente, con portafolios cinematográficos de calidad y variedad de géneros, en todos aquellos cónclaves que dan cita a los que mueven la industria. No solo en Cannes y los territorios de Norteamérica, sino también en Iberoamérica, Berlin, Moscú y Pekín, actuales centros dominantes de capital que vuelcan parte importante de sus recursos en la industria de entretenimiento, por ser de alta rentabilidad y prioridad de estratégica de Estado dentro de su política cultural.
Las propuestas fílmicas dominicanas deben permear mercados antes inimaginados, de manera que los esfuerzos de los productores y realizadores locales rindan verdaderos frutos y ello promueva nuestra idiosincracia fuera de las fronteras nacionales.
El criterio de propuestas dominicanas, sin dudas debe ser revisado y amplificado, las puestas en escena deben derivar de la teatralidad clásica hacia el lenguaje fluido cinematográfico. las historias deben tener cierto grado de profundidad y despertar interés en un público educado, que de por sí ya tiene mucha oferta de calidad técnica y actoral, desde países con una tradición cinematográfica, a la que debemos aspirar y tratar de emular. Esos otros mercados cinematográficos de habla hispana, si bien hermanados por algunas características comunes, son nuestra competencia y debe ser una prioridad, lograr la misma altura de contenido y factura que ellos en sus propuestas.
Algunas voces cuestionan el trabajo de la Dirección General de Cine, esgrimiendo el argumento de su presencia en los festivales, cuando en realidad, el trabajo que verdaderamente realiza DGCINE es en los mercados de productores, adyacentes a los festivales.
No cabe duda de que es un deber patriótico y ciudadano el señalamiento de errores o excesos en cualquier ámbito que toque la administración de presupuestos públicos, si es que efectivamente existiesen evidencias de ello; sin embargo, a esos cuestionamientos debería de añadirse, como referencia comparativa, los resultados anuales de gestión, de manera que objetivamente se coteje, en un análisis financiero acompañado de auditorías, las inversiones realizadas versus los beneficios concretos percibidos por el país y que sea costumbre el transparentarlo a la opinión pública.
Todo lo dicho anteriormente, podría sintetizarse en una breve reflexión: debemos arar y sembrar el camino que nos queda por delante con el propósito de componer una industria cinematográfica responsable, ordenada y con un grado de factura cualitativa que valide con creces el generoso incentivo fiscal que otorga el Estado dominicano hasta el 2020. Una industria de cine dominicana que trascienda fronteras, con sello propio y denominación de origen, que los espectadores de todo el mundo perciban como una nueva tendencia a observar detenidamente y respeten por méritos propios nuestros planteamientos estéticos en todos los mercados.
A cambio, una nueva generación de artistas, profesionales de la industria y nuestra propia economía, adquieren una nueva vía de desarrollo que se sostiene en sí misma, un vehículo ideal para transmitir ideas extraídas de la realidad o la ficción, plantear cuestiones y soluciones universales, e influir en la conciencia colectiva a través de historias que hagan homenaje a la vida misma. En esencia, de eso se trata el hacer cine.
por Luis Arambilet
ADOCINE/AEGRD/FIPCA